Todo ha sido demasiado rápido, ¿y ahora qué?, la nada. Toca aquelarre, una campana sorda avisa de su inminencia. Reunión de brujas, con sombrero, sin escoba, partiré. La noche se acerca, recojamos el atillo, todo debe estar listo para el momento. Pronto llegaré al campo, encenderé la hoguera, la apagaré.
Errante por el campo, de incógnito, nadie me reconoce. Sonámbulo, con la mirada perdida, sin meta, sin rumbo, he perdido el fin. No tengo corazón, solo un artefacto que bombea mi sangre. Llueve, la lluvia empapa mi chaqueta y resbala por mi cara haciendo un intento por acariciarme, todo es una ilusión. Solo me queda una vieja maleta, sin apenas ropa, llena de recuerdos. Intoxicado en este lupanar, al que llamamos mundo, deambulo por los días, sin ser consciente de la realidad.
Sin paraguas, lo he perdido justo cuando mas agua caía. La “L” reafirmó su presencia vistiéndose de “LL”. Llueve, un gato empapado mira de reojo, maúlla y sale corriendo en busca de cobijo, probablemente nunca vuelva. En la vida todo pasa por alguna razón, pero por más que me pregunto, no logro encontrar el motivo de tal ensañamiento, tal vez, todo sea cuestión de suerte. Nunca fui afortunado.
Sin fuerzas, caigo al suelo ante la mirada atónica de los que no comprenden mi dolor. Me estremezco, tiemblo, tú ya no me abrazas, tengo frío. Compadreo, algunas risas y algún que otro escarnio que me derrumban más si cabe.
Sigue lloviendo, agua y sal, lágrimas. Lo perdí todo, no tengo nada, nadie, ni tan si quiera tengo aliento para seguir caminando. Te fuiste, la princesa también se fue, el león se irá. Las palabras sobran, ya todo está dicho. Bonitos momentos, bonitas lágrimas, sueños truncados.